jueves, 12 de noviembre de 2009

La era dorada de la música infinita

Posted on 22:06 by RED LASO

Infinite_Music

Por John Harris (BBC News)

No hace mucho, si querías música, tenías que ahorrar dinero de tu bolsillo, hacer una excursión viaje a la tienda de discos y delicadamente revisar la bateas.

Ahora, es prácticamente gratis, instantánea e infinita. Y nuestra relación con la música ha cambiado para siempre.

Todos sabemos el supuesto aspecto que tendrá el futuro de la música. La industria discográfica se verá reducida a una ruina que se consume lentamente, el álbum será sustituido por interminables canciones y la música se verá como algo sin valor por el hecho de que será universalmente gratuita.

Las vacías tiendas de discos serán invadidas por la maleza y los viejos CDs serán utilizado como posavasos. Los Madonnas, U2s y Coldplays prosperarán, pero para quienes estén por debajo en la cadena la idea de no hacer mucho dinero será desalentadora.

Esta es la teoría aceptada, por lo menos. Y algo de esto tal vez resulte cierto.

Pero esta imagen espeluznante hace caso omiso de los cambios sutiles y fascinantes en nuestra relación con la música que apenas hemos comenzado a comprender.

Ahora, sólo para dejarlo claro desde el principio: tengo casi 40 años. Habiendome mudado recientemente de casa y consignado mi colección de CDs en cajas de cartón, me he quedado sorprendido al descubrir que no extraño nada en absoluto.

Utilizo la versión gratuita de la aplicación de streaming de música Spotify casi todos los días – y ahora entiendo que representa una verdadera revolución en el consumo de música (haciendo que iTunes parezca patéticamente anticuado).

Si la industria de la música finalmente actuara en conjunto e insistiera en algún tipo de modelo de suscripción, voy a pagar por el mismo tipo de servicio. Pero no me imagino que vayan a modificar mis nuevos hábitos de escucha.

Dicho todo esto, mi mentalidad musical sigue arraigada en un pasado cada vez más remoto, cuando para ser un verdadero fan de una banda hacia falta una dedicación real, el acceso a información oculta y, francamente, dinero.

Acabo de verter el contenido relacionado con la música de mi cerebro en un libro, y me imagino que esos 30 y pico de años de conocimientos acerca de todos desde los Funkadelic a The Smiths probablemente me costó una suma de dinero de cinco cifras, una cantidad estúpida gastada en publicaciones de música, y un sinfín de momentos embarazosos tratando de tener una conversación con los arrogantes tipos que trabajaban en las tiendas de discos.

El último fin de semana, por el contrario, tuve una larga charla sobre música con el hijo de un amigo mío que tiene 16 años, y mi mente quedó aturdida.

Prácticamente sin costo, en muy poco tiempo y con cero vergüenza, se había convertido en un experto en todo tipo de artistas, desde cantautores ingleses comoNick Drake y John Martyn hasta titanes del indie americano como Pavement y Dinosaur Jr.

Aunque sea sólo un estudiante de secundaria, al parecer sabía tanto de la mayoría de estas personas como cualquier escritor de música.

Al igual que cualquier joven orientado al rock, su apetito por la música es interminable, y también lo es la oportunidad – sea legal o no – para saciarlo. Es un pagado fan del abanico de bandas que recién descubrí a los 30 y en su caso, para el momento en que llegue a los 20 años, habrá llegado a la frontera del género.

¿Qué nos dice todo esto? Claramente, para quien haya crecido en el viejo mundo, la forma moderna de consumo de música tiene toda clase de ventajas imprevistas.

Un buen ejemplo: aunque siempre he escuchado un montón hablar sobre el horror absoluto de esos álbumes infames como Metal Machine Music de Lou Reed (un álbum doble de feedback de guitarra y ruido blanco) o de Concerto For Group and Orchestra de Deep Purple (no pregunten), ahora puedo escucharlos por nada, y tener una opinión propia.

Los dos son terribles, por cierto, pero ese no es el punto. Lo que realmente importa es el hecho de que puedo fácilmente estar en sintonía, y lo que esto dice acerca de un nuevo mundo de escucha sin riesgos.

Lo más importante, a medida que se desarrolla la gran revolución digital, las bandas ya no tendrán que competir por el dinero de la gente. En cambio, estarán compitiendo por nuestro tiempo. Y el campo es enorme, entrecruzando no sólo géneros, sino eras.

¿A quién deseas investigar hoy: TV On The Radio o Crosby, Stills y Nash? ¿Te apetece perderte en el brillante primer disco de Florence And The Machine, o derivar por un sinfín de entretenimiento por lo terrible que fueron los Rolling Stones en la década del ‘80? ¿Little Richard o La Roux? ¿White Lies o Black Sabbath?

Como decía uno de mis colegas reportero de música, ya no hay más pasado, sino un presente infinito.

Para los músicos, es evidente que hay toda clase de nuevas oportunidades para su música, pero incluso si tienen éxito, tendrán mucha menos atención.

Podrán tener una audiencia, pero será muy fácil de distraer. Después de todo, tocar el mismo disco una y otra vez con el fin de extraer el valor de tu dinero es un comportamiento que pronto va a parecer algo de la Edad Media.

Ay del acto que decida hacer el tipo de disco que tiende a ser caritativamente descripto como un “crecimiento”, algo que puede explicar, por ejemplo, el escaso interés pagado al último álbum de U2.

Ciertamente, como el ejecutivo de una compañía de discos me dijo un par de semanas atrás, atestar discos con meros rellenos ya no es una opción sensata.

Así que, sí, la industria discográfica aún tienen que reinventarse a sí misma integramente, o implotar. Tarde o temprano, dado que la necesidad de leer los comentarios antes de decidir qué escuchar se está desvaneciendo rápidamente, me temo que incluso los periodistas de música puede volverse irrelevantes.

Pero por ahora, esta es una verdadera edad de oro – la era de los adolescentes expertos, álbumes que pronto tendrán que estar llenos de éxitos afinados y una rockola en línea completamente infinita.

Incluso si las discográficas de alguna manera se las arreglan para acabar con las descargas ilegales y exige una compensación a través de suscripciones anuales de unos pocos dólares a cambio del mismo suministro de música sin fin, las mismas normas esenciales aplican. En verdad: ¿cómo puede no gustarte?

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